Por ejemplo, cuál es el momento preciso en el que se debe pedir el boleto al colectivero. Porque es un momento preciso. Porque si uno adelanta la solicitud –por ejemplo, cuando el pasajero anterior recién comienza a poner sus monedas–, el Sr. colectivero deberá almacenar esa información adelantada en su memoria, sobre cuya capacidad uno no tiene certeza. Porque hay gente memoriosa y no tanto. Porque.
Hay casos de gente desconsiderada* que exige su boleto antes de que los pasajeros que la preceden hayan hecho su correspondiente indicación de destino. Esos colados verbales, más allá de lo pintoresco de su prurito, ponen en riesgo a todos. El peligro es que el chofer se cuelgue debido a la demasía de información: porque cuando uno tiene que almacenar en su cerebro tres órdenes de setenta y cinco centavos, dos de un peso con veinticinco, y cinco de ochenta, la situación rebalsa. Los números y las comas de las distintas tarifas se mezclan, las sinuosidades de los símbolos se desgarran entre sí, los valores bailan desbaratados. Se produce un overflow, que es lo más parecido a un Chernobyl en la mente de una persona. Entonces, el motor del vehículo se para y no hay emisión de tickets para nadie. Sólo queda el silencio que pesa en el aire mientras una gota baja por la sien del colectivero inmóvil.
Por otra parte, si en lugar de adelantarse, uno declara el destino demasiado tarde, se puede generar una falta de datos que también paraliza la cadena de producción boleteril y, lo peor, desnaturaliza toda la escenografía. Ante la ausencia de requerimientos, el chofer olvida su cometido y el pasajero también deja a un lado su ser viajante. En esta obra donde los actores abandonan sus papeles, se abre una brecha de angustia existencial marcada por ese vacío de sentido que todos nosotros conocemos (¡ah!). Y a todo esto, los indignados espectadores, que no son otros que el pasaje, se ven impelidos a propalar voces como “¡eh, payaso, arrancá!”. Por eso, es mejor asegurarse de que las cosas funcionen como es debido.
El problema de la ausencia o retraso del pedido puede deberse a que hay gente muy tímida o vaga. Algunos llegan al punto de usar a otros pasajeros como intermediarios:
–Dice la señorita si usted tendría a bien emitirle un boleto de 1,35 pesos.
–Dígale a la señorita que en este bus no hay ese tipo de boleto, que se equivocó y que tiene que tomarse el que tiene cartel amarillo. Y dígaselo de mala manera. Que se arrepienta de haber nacido. Usted me entiende.
*Psico gente.
Extracto del famoso discurso de José Edep (Erudito de escuela primaria de la Nación) en favor de una línea de transporte público de zeppelines.
martes, julio 12, 2005
Tachos de basura con forma de bomba atómica y monedas nuevas, esplendentes, infalibles en todo tipo de transacción, que llegan para dirimir los litigios y la suerte infantil.
Gente. Martillos neumáticos.
En las esquinas quebradas por el ruido se rozan los pasos de la gente. Algunos son dobles de otros y, sin saberlo, viven el reverso del mediodía, ven la cara sombría de las monedas vulgares, descubren el invierno como una contaminación.
Temen: temen a la mugre radiactiva atrapada en el cotillón plástico de la ciudad.
martes, julio 05, 2005
Encuentre las siete diferencias
Nuestra hipótesis: cada conejo es un HAL 9000 en potencia.ConózcanosLos textos aquí presentados pasan por un minucioso proceso de edición a cargo de mi gato, que los adapta a las exigencias del manual de estilo de HAL 9000. Veamos un ejemplo:
HAL 9000 es
una máquina un ser de belleza indecible. No tiene
mente ni corazón piojos ni liendres. Estoy
cansado feliz de que me editen todo a su gusto
perverso. Pero
peor es también quiero a mi gato,
cómplice canalla y servil como pocos que no puede más de lindo y a su alrededor el aire tiembla como cargado de una música misteriosa.
Lo he decidido: no voy a dejar que continúe esta mentira. Reconozco que soy un simple empleado y que me gusta serlo.
Quiero que me azoten.
FIN